El pasado 26 de febrero pasó siendo un día normal, pero a las primeras horas del 27 la tierra se estremeció dejando un saldo negativo en la vida de mucha gente, el mar respondió con furia arrebatándole a la costas sus poblados, paredes y techos cayeron; y una polvareda roja oscureció la luz de una luna llena...en fin, por uno de los cerros de la ciudad de Valparaíso vi pasar una ola que extrañamente iba por la tierra en dirección al mar...gritos, chisporroteos eléctricos, sirenas, y un aire de incertidumbre. La noticia: un terremoto grado 8,8 había acontecido, parte del patrimonio, ahora se lucía como escombro.
Según el informe de la Comisión Nacional de Emergencias Agrícolas ( CNEA) y La Oficina De Estudio y Políticas Agrarias (ODEPA) , publicado oficialmente en el Boletín Digital del Consorcio de Desarrollo Tecnológico Apícola, de marzo – junio del 2010, las pérdidas que sufrió la apicultura en los sitios involucrados, fueron tales:
- Perdidas de colmenas por caídas de 15 a 20 %.
- Perdidas de colmenas por pillaje 5%
- Total aproximado de 133 000 colmenas.
- Daños en la infraestructura 15 a 20% de las instalaciones.
- Disminución del 20% (1.100 TN) de miel pare la exportación.
Resulta obvio ante estos datos, la constatación de un evento catastrófico que tendrá un efecto progresivo y secular que sumará aún mas daño y que hasta este momento, después del paso por la llamada invernada, quizás no ha sido posible evaluar.
Desafortunadamente se configuró una ecuación “malvada”, sumando cosecha, terremoto e invierno...variables todas adversas a la abeja, en la condición en que solemos criarlas, casi siempre hacinadas.
Intentemos desglosar estas variables y su influencia.
La cosecha:
Por todos es bien sabido que la acción de cosechar una colmena, por muy romántico que parezca, es una brutal agresión a esa familia de abejas, se extrae de ella violentamente el fruto de su trabajo, ese producto donde esa entidad acumula su energía para poder asegurarse el paso por las estaciones hostiles, donde escasean las flores, y las temperaturas a veces son extremadamente bajas. Se han hecho estimados más o menos exactos de esta economía y de la energía expresada en calorías que se mueve por estos flujos, lo que se traduce en que para producir energía hay que consumirla y para consumirla esta tiene que estar disponible. Es por eso que las abejas acumulan grandes cantidades de miel en detrimento de un considerable gasto de ella; en el movimiento, la termorregulación, el metabolismo, la fabricación de los panales de cera, etc.
Por lo general confiamos en los métodos artificiales de alimentación de las abejas, y dentro del paquete de medidas tomadas por el INDAP para contribuir a la recuperación de las abejas, aparte de las bonificaciones, se ofreció la entrega de “suplementos alimentarios" a razón de 6 kg de fructosa por colmena y otro tanto de sacarosa, productos degenerados con respecto a la calidad nutritiva de las mieles, y que por consiguiente afectan la salud de las abejas.
Entonces, porque como miel no hay nada, castramos inescrupulosamente a las abejas y después la alimentamos mal, a lo cual la abeja responde con estrés, desequilibrio y debilidad.
El sismo.
Por acá tengo algunas fotos de la condición en que quedaron nuestras colmenas acontecido el terremoto y presupongo el estado en que quedaron los apiarios 400 Km. a la redonda. Esta inclemencia sucede en un momento en que los principales flujos nectarios en la zona ya habían pasado “del Quillay ya no quedaba una flor” y la abeja agotada. Obviamente, a una circunstancia como esta la abeja responde con abejicidio y pillaje, en un último intento por asegurarse sus reservas de energía, porque sin ella también estarían condenadas a la extinción, las abejas compiten por el alimento y donde lo encuentran mueren por conseguirlo, o defenderlo.
Las colmenas desarmadas por el suelo, volcadas, abiertas, las delicadas crías expuestas, la miel derramada. A la luz del sol, no hay más cruel batalla, que la que libran las abejas cuando detectan que el único lugar donde conseguir lo dulce, es otra colmena vecina. En este caso, nunca río revuelto fue ganancia de pescadores...
El invierno.
Los procesos biológicos; las complejas reacciones bioquímicas que ocurren tanto en las células, como en los medios extracelulares, demandan condiciones físicas óptimas y de márgenes térmicos muy estrechos , es decir, ocurren en condiciones muy específicas donde la variación de un grado de temperatura puede ser fatal, y de aquí surge el concepto de la homeostasis, un proceso que hace posible el mantenimiento o la constancia de la temperatura a la cual las reacciones biológicas acontecen, en cada individuo, con independencia de los cambios de la temperatura ambiental, que por lo general tiene márgenes mas amplios. Responde netamente a los principios de la termodinámica, por sutil que pueda ser. Es tan claro como entender que la demanda de energía en el invierno es siempre mayor.
Es muy acertado el popular axioma ruso que dice que “la abeja no muere de frío, sino de hambre”, no lo discuto, pero se alimenta para calentarse, sobre todo en el invierno, después que no pueda alimentarse, morirá de frío.
Conclusión.
Bueno; el tiempo adverso ha pasado y la colmena que logró sobrevivir después de tales avatares empieza a mostrar desarrollo, no se puede negar el valor que pudo haber tenido tal selección, donde por el acontecer de un hecho catastrófico se reducen en numero las poblaciones de abejas, donde resalta el connotado tema de la selección natural, que como lógica lleva al éxito a los grupos más adaptados y a la extinción a los incompetentes. Pero desde el punto de vista frío de la economía, constatar reducciones del material vivo que van desde el 30 al 70 % resulta incómodo.
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