jueves, 21 de marzo de 2013

Ciclo de vida de una colmena.


  Mirando a la colmenas como un único animal, podemos decir que su desarrollo está pautado por la naturaleza, las condiciones ambientales, y mas específicamente por las estaciones del año. Al comienzo de la primavera, cuando comienzan a aparecer los primeros estímulos de la llegada del buen tiempo y la aparición de las flores, la abeja reina agudiza su frecuencia de postura, lo que produce un exponencial incremento de su volumen en cantidad de abejas, necesarias para cumplir al máximo todas las funciones y en especial la colección de néctares y polen. Se da lugar al nacimiento de los zánganos y nuevas reinas.

  Dadas ciertas condiciones dentro del nido, asociadas a la prosperidad y la sobrepoblación de individuos y la limitante de espacio, la colonia comienza a criar celdas de reina, y días antes de que estas reinas nazcan, se preparan para la enjambrazón.

   La enjambrazòn es el proceso de bipartición de la colonia de abeja y da lugar a una nueva familia, es un proceso crítico de concepción, se produce por así decirlo, un nacimiento. Dependiendo de determinadas circunstancias, externas e internas, una colonia de abejas puede generar más de un enjambre por temporada. Y éstas alcanzan a desarrollarse durante el verano lo suficiente como para haber acumulado reservas de provisiones alimenticias, para cuando llegue el invierno.

  Con las señales que evidencian la llegada del otoño, las abejas se reorganizan en función de la economía, de las reservas y el acondicionamiento de la cavidad del nido a las futuras condiciones hostiles del invierno. Son eliminados los zánganos y la reina disminuye notablemente su frecuencia ponedora buscando una disminución de la población de individuos hasta un nivel basal mínimo necesario para poder sobrevivir en lo que podría ser comparado a un sueño invernal o estado de latencia, hasta la próxima venida de las flores, la primavera del año venidero, donde todo comienza otra vez.

  Lo curioso y formidable de esta dinámica es que la colonia de abeja se renueva a si misma constantemente, y de no ser por condiciones externas desfavorables, catastróficas o alguna enfermedad, no se produciría su muerte. En otro orden de cosas se puede decir que una abeja al nacer tiene todo lo que necesita para asegurar su vida, dado antes por sus antecesoras, y en consecuencia agota todas sus fuerzas y recursos en el aseguramiento y seguridad de sus predecesoras, se sierra perfectamente el círculo, procrea y a la vez renace.

  Se ha hablado en términos del “animal colmena” porque la abeja no se comporta como un individuo, prueba de esto es la manifestación de su instinto de defensa, la picadura. El uso de su aparato vulnerador o picador le provoca la muerte, es una contradicción inherente el hecho de que un individuo se defienda perdiendo la vida, como única opción, por tanto este sistema está diseñado para la defensa de la colonia como lo que es, el individuo, el animal colmena. y  como tal: nace, se desarrolla  se reproduce, intercambia energía con el ambiente, se protege,  migra, se enferma, tiene un nicho ecológico  y muere.   

 Es curioso, pero otra vez nuestra abeja rompe un esquema dentro de las reglas que marcan las características de los organismos vivos, y es esa facultad de  tener en su ciclo de vida los dos modos conocidos de reproducción, la sexual que tiene lugar entre la reina y el zangano, y la asexual, que tiene lugar en el enjambre. 

  



Organización de la colonia de abejas.


   En la colonia de abejas existen los individuos hembras representados por las abejas obreras y la reina, y los machos representados por los zánganos. La reina es en una familia de abejas el único individuo con capacidad reproductiva. Presenta el aparato reproductor y todas las funciones relacionadas con éste, muy desarrollado. Es la progenitora de todos los individuos de la colonia, nace a los 15 días y es capaz de mantenerse activa hasta 6 años, antes de ser reemplazada por otra.

  Las abejas obreras son también abejas hembras, pero en ellas, por la acción de ciertos mecanismos hormonales regulados por la abeja reina, les quedan inhibidos los órganos reproductores. En cuestión, la abeja reina produce dos tipos de huevos, y es en dependencia de si estos sean fecundados o no, que los individuos nacerán hembras o machos. Si el ovocito es fecundado nacerá una abeja hembra que podrá ser reina u obrera, si por el contrario este huevo no es fertilizado, nacerán machos, por medio de un complejo mecanismo llamado partenogénesis, donde se activan los procesos de desarrollo embrionario de un huevo sin la acción de un espermatozoide. Por tanto, éstos individuos resultan haploides, es decir, presentan solo la mitad de la dotación genética de la especie.

    Las funciones de cada uno de estos individuos están muy bien delimitadas dentro de la colonia de abejas. La reina tiene la función neta de procrear, por eso ya en su etapa juvenil debe ser capaz de acopiar suficiente esperma de machos que le servirán de banco de espermatozoides para toda su vida útil, éstos espermios procedentes de múltiples machos son guardados y conservados vivos en receptáculos especiales dentro de su abdomen y utilizados para fertilizar sus huevos uno a uno en cada oviposición.

  La reina puede llegar a poner casi tres veces su peso en huevos cada día en las etapas de máxima demanda, cuando es primavera y abundan los flujos nectarios, pero nada puede hacer por alimentar ni proteger las proles, esta función está estrictamente llevada a cabo por las abejas obreras.

  Las abejas obreras nacen a los 21 días y a lo largo de su breve vida y dependiendo de su edad se van desempeñando en diferentes funciones, reguladas además por expresiones genéticas bien específicas. En sus primeros días de vida solo se ocupan de alimentar a las crías más jóvenes con una secreción de sus glándulas hypofaringeas conocida por Jalea real, capacidad que pierden a los pocos días, cuando empiezan a desarrollar otras glándulas en la región ventral de los segmentos abdominales, las glándulas cereras. En ésta etapa se desempeñan como constructoras y reparadoras de las estructuras dentro del nido, son también las responsables de las labores de aseo, orden, procesamiento y conservación de los productos colectados, sin dejar por alto el cuidado de las crías.

  Todas éstas son etapas previas al pecoreo, y se les denominan juveniles, la abeja obrera juvenil, a diferencia de la reina, no ha terminado de madurar el exoesqueleto quitinoso, ni sus alas, ni su aparato defensivo, por lo que no vuela, ni pica. Cuando esto ocurre, la abeja está lista para salir del nido y ocuparse de las funciones de exploración recolección y defensa. Se sabe que puede darse el caso en situaciones críticas en que abejas ya maduras vuelven a adquirir capacidad de producir jalea real como cuando eran tempranamente juveniles, por lo general en poblaciones que quedaron muy débiles de la invernada, con muy poca población, agotamiento de la reina, y carencia de abejas jóvenes. O cuando se percibe la llegada de tempranos flujos nectarios. De alguna manera la colonia de abejas va regulando estos procesos que están encadenados a las condiciones locales o ambientales y su subsistencia.

  Por último los zánganos, que como ya se ha dicho son los machos de la colonia, nacen a los 25 días y su función es netamente reproductiva. Son cuidados, alimentados y protegidos por las abejas mientras duran las floraciones en la primavera y verano, etapa en que nacen las nuevas reinas y se fundan nuevas colonias. Éstos, por su condición haploide son considerados como gametos alados, solo transmiten una línea de los parentales y son, mas que hijos de la reina, medios hermanos, porque tienen en su núcleo celular la dotación haploide que venía en el gameto del padre o de la madre de su reina progenitora, por eso se dicen que siempre transmiten caracteres de pureza. Luego cuando llegan las condiciones otoñales y disminuyen los flujos nectarios y ya no quedan reinas por fecundar, las abejas retiran todos sus cuidados sobre los zánganos y son expulsados de los nidos. Estos, que carecen de la capacidad de alimentarse por si mismos, mueren por desnutrición o frío, ya no son necesarios y hay que hacer economía con las reservas de alimentos imprescindibles en el invierno, cuando no hay flores disponibles.

 En su conjunto a la colmena de abejas se le debe ver como un animal individual, tal es la característica de este tipo de organización propia de los àpidos, ninguno de sus individuos puede ser autónomo por separado ni un solo día, sino que dependen de una muy estrecha relación de interdependencia, como las células de un tejido. Así también se llevan a cabo con éxito los procesos que conllevan a la homeostasis, tal como la regulación de la temperatura y la humedad dentro de la cavidad del nido, condiciones imprescindibles para el desarrollo de las crías, la asepsia y la conservación de las reservas de alimento de agentes patógenos; hongos y bacterias. Haciendo uso de las palabras del señor Oscar Perone, creador y promotor de la Permapicultura, se podría decir que la colonia de abeja o digamos “el animal colmena, es un animal de células voladoras.