lunes, 5 de julio de 2010

La Madre Abeja.

                                                                 


  Cuando nos adentramos en el maravilloso mundo de las abejas nos encontramos con una notable singularidad, y siempre decimos “la abeja Reina es la madre de la colonia” aseveración que es verdadera, en cuanto la abeja reina, es la que concibe, incluso es la que fecunda. Su maquinaria reproductiva, caracterizada por un manifiesto desarrollo de los Ovarios, constantemente activos durante toda su vida, hacen de este ser que sobrevive a cientos de generaciones de sus congéneres, las obreras y los zánganos, el foco principal de la atención de los investigadores en materia apícola. Y se la he dado con merecido respeto el honroso título de Reina. Pero en la colonia de abejas rigen las leyes de las abejas y por muy versados que seamos en materia de abejas, nunca vamos a comprender este código, porque nos es ajeno, y persiste en un engranaje perfecto con la naturaleza por doscientos millones de años. Eso que llamamos abejas y que nos refiere a un tipo de insecto con una estructura social altamente organizada, con individuos morfológicamente distintos como lo son las obreras, los zánganos y la misma reina. Es a mi modo de ver, un solo ente sólido, y con individualidad. Se puede asegurar que La colonia de abejas, es un ser. Y el resultado de su reproducción es un ser jamás idéntico que tiene en si mismo una infinita diversidad, este ser tiene cientos de miles de ojos patas y alas.






  En la naturaleza, los mecanismos reproductivos son muy variados, y cada especie tiene su particular manera de concebir a sus hijos garantizando así su supervivencia. En la reproducción de tipo asexual que aún persiste en muchas especies, los individuos descendientes figuran como verdaderos clones de sus progenitores, con poco margen para la variabilidad. Aún así no puede negarse el éxito de estos procesos, por cuanto aún son comunes y por tanto útiles, y en la mayoría de los casos aparecen como alternativas de la reproducción sexual, donde si hay involucrados mecanismos de intercambio y variabilidad de genes. Y así podemos hablar de individuos machos e individuos hembras, con marcado dimorfismo. No nos detendremos en describir la tremendamente compleja manera en que los genes se reducen y entrecruzan en el proceso meiotico para formar los gametos, ni de cómo estos teniendo cualidad sexual, dígase masculinos o femeninos, se unen y completan su diploidía en la fecundación, dando origen a un nuevo individuo, diferente, con cualidades propias, también capaz de reproducirse.






  En las abejas estos mecanismos también han tomado evolutivamente su rumbo distintivo, y en cuanto a reproducción ha adoptado características que nos pudieran parecer a nuestros ojos humanos sumamente extrañas. El mecanismo de partenogénesis por el cual son concebidos los machos de las abejas o zánganos se escapa a nuestra comprensión o sentido común ¿como puede ser posible que nazcan sin la participación de un progenitor masculino, cómo un óvulo puede desarrollarse y dar lugar a un organismo sin antes haber sido debidamente fecundado? No es acaso una paradoja nacer asexualmente de un huevo, o que los gametos se generen por procesos mitóticos y no meioticos como deberían ser, o como son en la mayoría de los casos? Bueno, ahí tenemos a los zánganos; se definen como individuos de género masculino y que sólo viven por la posibilidad que tienen de fecundar a las hembras. Y es aquí donde aparece otra notable particularidad de las abejas: Las hembras. Se sabe que los individuos hembras emergen de un huevo que si fue debidamente fecundado y son las obreras y la reina. Pero analicemos fríamente, como se da en la naturaleza, la relación entre hembra y madre. A las hembras de los animales se les define como individuos de género femenino cuya función biológica es fecundarse para dar lugar a individuos de la misma especie, y madre se define como aquella hembra que ha tenido o tiene descendencia, pero el ser madre aparte de ser hembra implica también la actividad no solo sobre la concepción sino también en el cuidado la alimentación, la atención y la defensa de los hijos. En la mayoría de las especies de insectos, los no sociales, las hembras abandonan a sus huevos en sitios propicios para que su desarrollo sea exitoso, cada cual con sus particularidades, al nacer estos no tienen ningún vínculo con su progenitora, y son capaces de sobrevivir sin la asistencia de esta. Pero en las abejas no ocurre así, estas se organizan para su sobrevivencia de manera tal que los individuos descendientes permanecen relacionados entre sí de manera cooperativa y así abarcan todas las funciones necesarias para el funcionamiento de esta: sanidad, búsqueda de alimentos, organización y almacenamiento de las reservas construcción del nido , defensa, cuidado de las proles etc. Entonces, si todas estas funciones son realizadas por las abejas obreras como vamos a decir que sólo la reina es madre, en cierto sentido, si bien es cierto que la abeja reina es la que fecunda y deposita los huevos, nada más puede hacer por ellos, su oviposición incesante no le da tiempo para más. No fuera factible ni eficiente a este sistema si la reina aparte de poner los huevos tendría además que alimentarlos cuidarlos y atenderlos. La organización de esta sociedad es tal que ningún individuo puede vivir independiente de ésta y en ella la naturaleza ha ensayado con éxito esta peculiar forma de vivir y reproducirse. Para el funcionamiento óptimo de este sistema, lo que reconocemos como madre , en la abejas, es una función compartida entre la abeja ponedora o” reina “ y las obreras, en calidad de nodrizas, las dos son hembras y madres, y la actividad de ambas está estrechamente relacionada en un vínculo que de romperse, de seguro sucumbiría la colonia., a la extinción. Es necesario que los ritmos de postura se mantengan con las frecuencias necesarias acordes con las necesidades puntuales de la colonia determinados por las condiciones ambientales y las épocas del año etc.





  Desde el punto de vista morfológico y fisiológica está función de madre compartida compendia lo que sería una supermadre, capaz de depositar varios cientos de huevos diarios, y criarlos con éxito garantizando así un flujo constante de nuevos individuos acorde a sus necesidades. La abeja devenida Reina, tiene así sus órganos sexuales activos y muy desarrollado en detrimento de un sistema nervioso con poco desarrollo, comparado con las obreras, que teniendo sus órganos sexuales inhibidos o atrofiados luce un sistema nervioso muy agudo y las correspondientes características que le permitan almacenar y transportar néctar y polen para alimentar a las crías… y la reina no deja, en calidad de obrera, de hacer su único y valioso acopio; el semen de múltiples zánganos, que conservará para fecundar a sus huevos, durante toda su vida.



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