BREVE HISTORIA DE LA APICULTURA
Incontables son los volúmenes de páginas, que en esta larga y rica historia de la relación del hombre con la abeja de la miel, se han escrito. Es imposible saber con exactitud en que momento ocurrió esta comunión, empecemos por quien llegó primero.
I. Origen de las abejas
Para empezar a hablar sobre el origen o la aparición de las abejas en la tierra, debemos situarnos en una edad geológica aproximada a los 200 millones de años en el pasado, cuando transcurría la mitad de lo que ha sido denominado como era Mesozoica, más exactamente y con quizás un error de unos pocos millones de años, en el periodo Jurásico (200-150 millones de años), cuando supuestamente no existían aún las Abejas. Pero sí se conoce de la presencia de una cierta diversidad de insectos, que venía evolucionando desde edades más tempranas de nuestra tierra, se estima que los insectos más antiguos tienen su aparición allá por el período devoniano de la gran era paleozoica, hace aproximadamente 400 millones de años, cabe constar que son uno de los grupos de animales más antiguos y los más diversos y numerosos desde que apareció la vida en la tierra. Una pequeña pero significativa muestra de estos, se han encontrado en estados fosilizados en estratos pertenecientes a dichas épocas; la biblioteca de la Universidad de Harvard en Estados Unidos, cuenta dentro de su vasta colección de fósiles petrificados de invertebrados, con un ala de libélula de 30 cm de largo, lo que presupone la huella de un Anisoptero del tamaño de una gaviota. Recientemente, se han descubierto vivas algunas especies que ya habían sido descritas por sus registros fósiles y que por demás se creían extintos; como es el caso de “El Gladiador”, ejemplar del género Mantophasma descubierto en los montes de Namibia, por el entomólogo alemán Oliver Zompro. Otro caso reciente ha sido el descubrimiento del Drycocelus australis en la isla Balls Piramid a 600 kilómetros al nordeste de Sydney en Australia: este curioso ejemplar de mantis o insecto de palo se tiene como el más raro que se conoce, pues mide nada menos que 20 cm de largo y 1,5 cm de ancho, por lo que se ha comparado con una “salchicha con patas” por sus propios descubridores.
Entre los entendidos en la materia y a merced de los datos que se han analizado, existe el consenso de que las abejas evolucionaron a partir de un grupo de avispas, probablemente de la súper familia Sfecoideas. Por los estudios de morfología comparada se han determinado similitudes morfológicas, y por ende, conductuales, que apuntan a que el grupo de las Apoideas (abejas) evolucionó o se escindieron de algún tipo de sfecoides que no se conoce en nuestros días.
En esta remota época los bosques se empezaron a expandir por toda la superficie terrestre con un amplio predominio de coníferas, helechos arborescentes, briofitas y cicadófitas, pero no existían aún las plantas con flores, vasculares, antofitas o angiospermas, condición indispensable para el desarrollo de las abejas y melipónidos.
Los estudios de paleobotánica sitúan la aparición de las antofitas a finales del periodo jurásico y principios del cretácico donde este grupo experimenta una notable expansión tanto en diversidad como en territorialidad, y fue así que tuvo lugar una verdadera revolución vegetal. Todo parece indicar que en la tierra primitiva de aquellas edades se precipitaron procesos geológicos extremos como bruscos cambios climáticos y geográficos, que condicionaron o dieron paso a la supremacía de las angiospermas en un lapsus de tiempo relativamente corto. Se impusieron nuevas condiciones que no fueron las mejores para la antigua flora que lógicamente comenzó a disminuir. Podría decirse que el mundo empezó a florecer. El repentino éxito de las angiospermas se debió quizás más que todo lo demás, al desarrollo de una singularidad de estructuras a partir de la modificación de ciertas hojas que devinieron en: Pedúnculo, Sépalos, Pétalos, Estambres y Pistilo, es decir: LA FLOR, que es el primordio del fruto, donde se fragua la sagrada semilla. La flexibilidad de este grupo, o dígase la capacidad de adaptarse a climas cálidos y húmedos como los que se imponían y en toda clase de ambientes fue tal, que en la actualidad cuenta en su nómina con el 90% de las especies del reino vegetal que se conocen agrupándose en dos grandes Clases: las Dicotiledóneas y las Monocotiledoneas.
Hablemos de la flor en términos genéricos, la flor antigua propiamente dicha y en el grado más simple; grande, con simetría radial, dialisépala, dialipétala, y con el ovario supero, sin entrar a dilucidar en la inmensa diversidad de ellas y la manera en que se agrupan para formar las fragantes y vistosas inflorescencias. Seguramente esa diversidad vino después como resultado de relaciones ínter específicas con otros agentes biológicos en beneficio mutuo, creando un pacto de interdependencia absoluta. Imaginemos a nuestra avispa sfecoide, que tenía que cazar para alimentarse, existiendo sobrada materia jugosa y proteica a su disposición, el néctar y el polen. El grano de polen cuenta en su composición con mas de un 40% de proteína activa y otros elementos nutritivos, y el néctar con toda una gama de azúcares simples, vitaminas y oligoelementos: una dieta fina, completa y relativamente fácil de obtener.
Estamos en el Cretácico Temprano a 150 millones de años de la actualidad en un lugar del gran Godwana quizás en lo que corresponde hoy al África Central donde la avispa X descubre a la flor. Posiblemente se hizo de un nicho depredando a otros organismos sobre las flores antes de que paulatinamente fuera modificando sus hábitos alimenticios. Las angiospermas le deben en gran medida a los insectos su exitoso devenir, estos son potenciales polinizadores, sea cual sea la razón por la cual merodeen las flores. Los primeros polinizadores parecen haber sido pequeños coleópteros y lepidópteros, individuos fitófagos y que ya sabían aprovecharse de los jugos de las vesículas nectarias, transportando así el polen en su cuerpo de flor en flor haciéndolas fecundas.
Afirmar que las abejas de hoy descienden de un individuo con características de una avispa no es una mera hipótesis descabellada, por todos es conocido el grado de parentesco que hay entre estos grupos y con las hormigas y termitas; si no que además está respaldada por algunos descubrimientos de fósiles, siendo el principal de ellos, el hallazgo reciente de un ejemplar que se denominó Melitosferix burmensis, este valioso ejemplar es hoy la abeja más antigua que se conoce, es más pequeña que la abeja actual con apenas un quinto de su tamaño. Se ha conservado en inmejorables condiciones en forma de inclusión en ámbar y se estima que tiene 100 millones de años, fue descubierto en una mina del valle de Hukawng al norte de Birmania, en el sur de Asia. Lo curioso de este ejemplar es que a pesar de que tiene todas las características de una abeja tipo, también presenta otras que lo relacionan directamente con las avispas. Siendo en esencia una mezcla de ambas. El Melitosferix b establece que muchos de los rasgos propios de la abeja de hoy ya existían hace 100 millones de años, como vellosidades bifurcadas seguramente asociadas a la recolección del polen. Se han estudiado granos de polen encontrados sobre el cuerpo del Melitosferix b que arrojan aún más información acerca del nicho y el entorno en el que vivió este celebre insecto y de la flora que lo sustentaba, en ese lugar, hace 100 millones de años cuando transcurría el cretácico temprano, época en que las plantas con flores colonizaban cada lugar “ posible” sobre la tierra. Es amplio el registro de fósiles de estructuras vegetales que se atesora de aquellas edades y las posteriores, sin ir más, la palabra Cretácico viene de griego creta que significa tiza: esos “pocos” 70 millones de años que duró este periodo tercero y ultimo de la Era mesozoica y que tuvo una culminación abrupta, esta muy bien documentado y sobre todo en lo que a la Paleobotánica respecta.
Se sabe que las abejas necesitan de las flores y con ellas marca su existencia, en una relación de absoluta interdependencia, por otra parte, más y mejores serán los frutos y las semillas de las plantas cuando en sus inflorescencias laboran con su natural esmero, las abejas. De esta forma se establece un paralelo evolutivo sin precedentes condicionando a lo largo del tiempo las características morfológicas de las abejas y las flores con una notable complementariedad, como una llave y su cerradura. Las flores son el receptáculo de los órganos reproductivos de las plantas, hojas que han alcanzado un alto grado de diferenciación y especialización en pos de cumplir con la más alta eficiencia las funciones de producir los gametos masculinos y femeninos así como dar lugar al desarrollo del fruto y las semillas, algunas plantas denominadas aparsantes mueren después de haber tenido lugar la floración; su vida es un único e impecable esfuerzo por garantizar la continuidad de la especie, que se expresa en gran medida en la majestuosidad de su flor y para la cual agota toda su energía, una vez que la semilla está en la tierra, la sagrada misión queda consumada, con la continuidad de la vida. Pero nada de esto ocurriría sin que tenga lugar la polinización; el contacto del grano de polen proveniente de las anteras, coronas del estambre, portador de la célula germinal masculina; con el estigma, parte superior del pistilo donde se alberga el ovario, que una vez fecundado se desarrollará hasta convertirse en el jugoso fruto.
Es cierto que muchos otros insectos polinizan y con esto dieron el primer impulso al extraordinario éxito evolutivo de las antofitas y el polen también puede ser esparcido por el aire hasta el receptáculo femenino, pero las abejas son hijas de ese proceso, y a la par fueron las únicas que realmente se especializaron morfológicamente desarrollando estructuras especiales para valerse del polen y los néctares con la mayor eficiencia, su propia carga electrostática, producida por la exuberante vellosidad de su cuerpo atrae a los granos de polen, aún cuándo no haya tenido contacto físico con la flor.
foto: cortesía de Pamela Valdez Gonzalez
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=xHkq1edcbk4
Todos los demás insectos ya existían antes que ellas, pero ellas se coronaron con la creación de una sociedad perfecta y sustentable en el tiempo con un extraordinario equilibrio y especialización. Por tanto sus orígenes se remontan a la era de la expansión de las antofitas, relación que es posible constatar con precisa exactitud paleontológica porque todo el mundo conoce el ámbar; resina vegetal cristalizada. El ámbar, esconde muchos secretos de lo que fue la naturaleza antigua y es amplio el registro que se atesora de insectos e incluso pequeños reptiles que por desgracia para ellos y fortuna para nosotros quedaron atrapados en una gota de resina exudada por una majestuosa confiera en el pasado. Hoy constituyen una inestimable fuente de conocimiento y es definitivamente la prueba de algo que, por demás, supera y aplasta cualquier conjetura, la inclusión casual de organismos en ámbar provoca una deshidratación de los tejidos vivos por una hemólisis muy lenta lo que garantiza la conservación clara de las formas y las estructuras incluso a nivel molecular, como es el caso de ciertos fragmentos de material nucleico como DNA perfectamente amplificables, es un sello de garantía de sí mismo y va más allá de la certificación de los más modernos métodos radiactivos de estimación de las edades, que determina con un margen de error muy estrecho, la época casi exacta en que aquel insignificante himenóptero, tuvo su existencia sobre la tierra.
Transcurriría la segunda mitad del período cretacico cuando de repente se oscureció el cielo y la tierra se volvió a enfriar provocando una extinción masiva de especies sin precedentes dándole termino a la gran era Mesozoica con todos sus dinosaurios... y la abeja sobrevivió junto a las flores. El cataclismo dejó a la vida devastada una vez más, y una vez más ésta se abrió camino entre los tiempos, y en los siguientes 60 millones de años volvió a colonizar el mundo, con nuevas formas de mamíferos y aves, en lo que ha sido denominado como la era Cenozoica, que transcurre.
II-Historia común.
El fósil más antiguo de hombre conocido data de hace apenas unos 200 mil años y fue descubierto en el sur de Etiopía. Probablemente este ejemplar de Homo Sapiens comió miel como mono. Mucha gente piensa que es un hecho que el hombre, tal como es hoy, consciente y erecto, encontró al mundo acabado para él, ya todo estaba realizado, e incluso, la miel. Es imposible esbozar con linealidad dónde y cuándo ocurrió el hecho en que el hombre intentara domesticar o cultivar a la abeja, pero ésta estaba disponible quizás en él agujero de un árbol, o en una grieta entre las piedras, o quizás ella misma hubiese procurado domicilio cerca de la entrada de la caverna donde habitaba. En España, en un lugar de Valencia, sobre el río Cazúnta está “ La cueva de la araña”, y en una de sus paredes, aparece inscrita la huella de una acción plástica paleolítica o pintura rupestre que representa sin márgenes de dudas a un hombre recolectando miel entre abejas a 6.000 o 9.000 años AC.
Pero pasemos por alto el capitulo del hombre paleolítico, mesolítico y neolítico, aquel ancestro primitivo y salvaje que vivía sin construir y sin labrar y crucemos el umbral de la prehistoria humana a la era de las civilizaciones y los imperios de los últimos 4.000 años: Egipto, la imponente Mesopotamia, Babilonia, Persia y la antigua China, lugares donde las comunidades interactuaban entre sí y establecían rutas comerciales entre ellas por tierra y por mar. Emergieron grandes y florecientes metrópolis, socialmente organizadas, y el tráfico de mercadería constituía fuente de grandes ganancias, así como el saqueo y las invasiones. Para esos tiempos el hombre se las había ingeniado para lidiar con las abejas y la miel era ya un producto sumamente codiciado por “los dioses y los reyes”, se han encontrado odres de barro con miel en tumbas de faraones egipcios y en restos de antiguos naufragios que datan de los Minoicos; cuando el esplendor de la antigua civilización Helénica y hablamos de tres mil años antes de Cristo y es sorprendente el grado de conservación que esta tiene. Referencias a la miel y sus propiedades podemos encontrar en innumerables textos antiguos de casi todas las culturas; los dioses de la mitología escandinava, tierra hostil para el cultivo de la vid, se embriagaban con un licor espirituoso obtenido de la fermentación de los azucares contenidos en la miel, denominado hidromiel o aguamiel; habría que ver a Thor y a Odín como celebraban por su inmortalidad 'borrachos como cuba' junto a todas sus legiones de Nibelungas y Vikingos. Gracias a las propiedades anticriptogámicas de la miel; tradúzcase como la de constituir un medio inadecuado para la proliferación de los microorganismos, era posible transportar carnes y otras especias perecibles, contenidos en ella y hasta el mismísimo cadáver de Alejandro Magno fue conservado en miel en su ultimo viaje de regreso a Macedonia, de igual forma seguramente muchas personas no tan celebres como el mencionado conquistador hizo valer este secreto. En el antiguo testamento bíblico se hace alusión a la tierra prometida por Jehová a los hijos de Israel como “tierra de uvas y miel”. En los evangelios está escrito que Juan el bautista, el que certificó a Jesús, se alimentaba de langostas y miel de abejas. En el sagrado Corán: 16:68-9 está escrito: "Tu señor le ha inspirado a la abeja: construye moradas en las montañas en los árboles y también en las estructuras que erige el hombre...” En el libro anónimo de la misma tradición Islámica de “Las mil y una noche” no son pocas las veces que aparece referida la miel como alimento o como parte de algún brebaje para la longevidad o receta de belleza y es con una porción de miel vertida en el fondo de la pesa, como la mujer de Kasin el avaro hermano de Alí Babá descubre que él había pesado oro, en el cuento de Alí Babá y los 40 Ladrones. Fueron descubiertos utensilios para separar la miel de la cera en la vecindad de los lagos Suizos, cuna del primer pueblo antiguo que se asentó y construyó viviendas duraderas. La palabra Vishnu que nombra a una deidad del extenso panteón de los Brahmanes significa “nacido de la miel”. Una de las obras más importantes construidas por los antiguos Romanos pre medievales fue la Vía Apia, carretera empedrada que conectaba a Roma con el resto de sus dependencias en casi toda la antigua Europa en el año 362 A.C., esta senda, cuyo nombre significa “camino de las abejas “ constituyó el sistema arterial del imponente imperio Romano. Cuatrocientos años antes de cristo, Aristófanes, connotado pensador del mundo antiguo escribía en uno de sus textos sobre la utilidad de la cera de abejas en el modelado de los metales. Se sabe que a todo lo largo del Río Nilo, desde los grandes lagos que lo alimentan en el corazón del África Centrooriental, hasta su delta en el mediterráneo, la apicultura trashumante era una práctica común y la miel era tasada como oro líquido. La cera de las abejas constituye la base de una infinidad de fórmulas cosméticas: con leche de cabra y miel se bañaba Cleopatra. En la actualidad se conoce que el propóleo de las abejas fue un ingrediente esencial en el proceso de momificación de los cuerpos de los faraones, al igual que la cera, y se sabía que mezclado con ciertos solventes orgánicos como la trementina o las resinas de ciertas coníferas, podía obtenerse un barniz que eternizara las piezas de madera, Si no preguntemos ¿cuánto vale un stradivarius?
Las abejas fueron usadas incluso como armas de guerra en la Edad Media donde eran lanzadas contra el enemigo con excelentes resultados. En el África occidental podemos constatar por los relatos orales que han llegado a nuestros días, en voces de congos y lucumies, la importancia de la miel: estas historias llamadas Pataquies son los relatos de los Orichas y en ellos se narra como estas deidades dotadas de pasiones como los humanos, apreciaban el Oñi popuo o la miel de abejas como una ofrenda de peso. Oshun, Oricha que encarna la voluptuosidad femenina, majestad de los ríos y los lagos de agua dulce, tiene al Oñi como uno de sus atributos y no puede faltar en sus altares. En Cuba y seguramente también en países con marcada influencia africana donde los cultos a los santos Orishas aún siguen vivos, es común la creencia que si quieres obtener beneficios de alguien debes “endulzarlo con miel”, sortilegio que se consuma después de escribir el nombre completo del afortunado en un papel, enrollarlo y sumergirlo en miel...
Con el “descubrimiento”y la posterior colonización del nuevo mundo apareció otro cúmulo de antecedentes más que permiten dilucidar ya para entonces y seguramente desde hace mucho tiempo antes, el desarrollo de una apicultura arcaica. Aunque en estricto rigor, esta práctica no estaba basada en la cría del Apis melifera, puesto que esta abeja no existía en América; si no de otro tipo de abejas denominadas melipónidos, más pequeña y sin ponzoña, por lo que su cultivo ha sido calificado como maliponicultura, diferenciándose así de la apicultura. Lo cierto es que entre la vasta lista de cronistas que documentaron los enjuiciados episodios de la conquista, estaba obviamente el mismísimo Hernán Cortes, y en el "Sumario de la Natural Historia de las Indias" dice: "Hay muchas abejas, que crían en las oquedades de los árboles y son pequeñas del tamaño de las moscas o más. Aunque estas son menores abejas que las de España, la miel es muy buena y sana, pero es morena casi como arrope...” De esta manera el temerario saqueador de Tenochtitlant, capital de los Aztecas, refirió sus impresiones con respecto a las abejas en el Nuevo Mundo. En el Códice Trocortesiano o también llamado códice de Madrid, uno de los cuatro códices Mayas que se conservan en la actualidad, parece casi evidente que la meliponicultura era una práctica que estaba más extendida y desarrollada de lo que estaba la apicultura en cualquier región de Europa en aquella época.
Pero ¿cómo llegó el Apis melífera a las Américas? Se sabe que las abejas melíferas fueron introducidas por los colonos europeos primero por América del norte, y no fue hasta 1763 que las abejas fueron llevadas a La Habana a raíz de los acontecimientos de la toma y devolución de la capital cubana por los ingleses, en esta fecha. Desde los inicios de la conquista, los españoles mostraron su interés por traer abejas desde España, pero con lo delicadas que estas son, resulta prácticamente imposible que soportaran los rigores de un viaje trasatlántico de dos o tres meses, en las bodegas de un galeón. Se sabe que hubo varios intentos fallidos por parte de las autoridades españolas de introducir abejas melíferas en sus colonias. En el archivo de Sevilla existe un documento de 1548 relacionado con un intento frustrado de traer abejas a Cuba y seguramente este merito pertenece a los Ingleses, que supieron hacer mejores barcos y utilizaban rutas más cortas para llegar a sus colonias en Norteamérica. En 1622 ya había abejas en la colonia Inglesa de Virginia y no fue hasta 1711que fueron llevadas a La Florida, que era por esos tiempos colonia de España. En agosto de 1763 los ingleses le arrebatan La Habana a los españoles, ocupación que duró sólo 11 meses, donde se llegó a un acuerdo entre las autoridades de ambas partes de intercambiar a la Florida, que era colonia de España, por La Habana usurpada por los ingleses, y bajo estas circunstancias, entró la abeja melífera en La Isla de Cuba.
En 1797 no había referencias de la presencia de la abeja melífera en México ni en otras colonias españolas de la región. Se puede comprobar que los primeros testimonios de la llegada de la abeja melífera a Centroamérica y América del sur datan de los siglos XIX y XX. En 1834 fueron llevadas a Uruguay, en 1848 a Chile, en 1855 a Argentina, 1858 a Bolivia y 1911 a Yucatán. Probablemente, la lenta expansión del Apis melífera por estas regiones, se debe a la resistencia que pudo haber tenido en aquel entonces por parte de los criadores de melipónidos o abejas sin aguijón.
Las obras más antiguas impresas en castellano en el nuevo mundo sobre la abeja europea parecen ser de dos autores cubanos; Eugenio de la Maza y Tomás Roig, ambos trabajos fueron publicados como cumplimiento a la real orden de 1795 respondiendo a un concurso donde se premiaría con dinero efectivo de la época a la persona que más aportara con una obra al mejoramiento de los métodos de crianza y explotación de las abejas, pues era mucha la demanda por cera, utilizada entonces, como único material combustible para la iluminación de las viviendas y las iglesias.
III-Desarrollo de la apicultura moderna.
Las abejas, en su estado salvaje y primordial conciben su domicilio en cavidades protegidas de los vientos, procuran un espacio vacío ya sea en un tronco seco o una grieta entre las piedras y solamente en condiciones muy particulares edifican sus nidos desnudos y a la intemperie. Su especial forma de construir ha cautivado e inspirado a diseñadores y arquitectos por la perfección de su geometría y por la eficiencia en cuanto a la optimización de los recursos con respecto a la función que realizan. La materia prima es la cera, sustancia orgánica muy particular de bajo peso específico, impermeable, y prácticamente inoxidable, que las abejas producen en edades aún juveniles de su desarrollo cuando todavía no son aptas para pecorear, y con ella van modelando minuciosamente celda a celda, siguiendo un patrón constante, inequívoco e instintivo. La forma de los nidos esta determinada según el espacio que encuentre disponible para tal, pero prefieren hendiduras alargadas verticalmente. Las abejas van edificando de arriba hacia abajo sus columnas o panales en forma de múltiples estratos ovales separados entre sí por unos estrictos 12,5 milímetros, espacio mínimo suficiente para que dos abejas estén una en cada panal contiguo sin toparse por sus dorsos. Según el espacio que tengan disponible construyen la cantidad de panales correspondientes interconectados por aberturas puentes y pasadizos que garantizan la movilidad de las abejas hacia todos los sitios del nido en cualquier época del año. Esta forma ha quedado plasmada en su herencia, porque con la evolución resultó ser más conveniente para satisfacer todas las funciones vitales para la estabilidad de la colonia. Hay que destacar que muchas de estas funciones ocurren dentro del nido: los cuidados sobre las crías, el almacenamiento, el transporte, la conservación de las reservas de polen y miel , y la termorregulación. Los alvéolos o las celdillas constituyen la unidad estructural de su construcción y conforman un conjunto de bóvedas rómbicas, perfectamente ensambladas, siguiendo un patrón matemático preciso que optimiza al máximo su función. Se dice que el primero en dar cuenta escrita de esto fue Pappus De Alejandría y cito “Las abejas... en virtud de cierta intuición geométrica sabe que el hexágono es mayor que el triángulo y el cuadrado y que podrá contener más miel con el mismo gasto de material”. Las abejas construyen sus panales como prismas hexagonales regulares apuntalados en el fondo por tres rombos inclinados respecto a la horizontal por un ángulo determinado de tal forma que almacenando la misma cantidad de miel necesite la mínima cantidad de cera para su construcción, haciendo alarde de belleza y una verdadera economía.
Se define como colmena a cualquier clase de recinto donde las abejas puedan hacer su vivienda. En la antigüedad el hombre arcaico y rudimentario no se difería de cualquier otro animal en el trato con las abejas, imaginemos al oso pardo destruyendo panales para conseguir la miel, pero con el tiempo esto fue cambiando, es cierto que aún en la actualidad todavía se practican estas maneras de cosechar panales silvestres y vemos a hombres adentrándose en la selva buscando nidos cimarrones para regresar con sus delicias a sus casas.
Ahora los panales de abejas están asociados universalmente con un caja rectangular de madera ubicados en forma de tren; pero esta simple y particular forma es sin embargo el resultado de muchos años de estudio y observación de las maneras de proceder de estos maravillosos insectos, forma que además ha tenido por consiguiente, su propia evolución. Se le denomina Apiario o colmenar al lugar donde se encuentran las colonias de abejas que el hombre usa para la producción de miel. Los primeros apiarios estaban constituidos por simples troncos huecos que eran transportados y ubicados en sitios convenientes, aún es posible ver en estos días este tipo de apicultura rudimentaria. Luego fueron evolucionando con respecto al material de su construcción pero la forma seguía siendo predominantemente cilíndrica imitando al renombrado tronco seco, y así aparecieron colmenas de barro cocido y también fueron muy celebres las colmenas de paja, éstas últimas con un aspecto más acampanado y con ciertos avances, pues contaban con panales movibles. Della Roca, en el siglo XVIII escribió un libro sobre las abejas donde argumenta que este tipo de colmena con travesaños estaba muy extendido por las islas del archipiélago griego, por tanto es posible suponer que estas colmenas eran ya conocidas por los griegos de la antigüedad. Fue muy significativo el hecho de colocar estos travesaños paralelos, quizás en un inicio esta idea fue concebida para darle mas rigidez a la estructura de paja tejida, pero posteriormente devino en un acierto al constatarse que las abejas utilizaban estas pequeñas vigas como guías para su construcción, naciendo así la noción de los panales movibles.
No fueron pocos los inventores que se dieron a la tarea de perfeccionar este sistema, pero pertenece a Huber el mérito de haber inventado la colmena con cuadros móviles por el año 1789, sentando las bases de la apicultura racional, ya que a partir de ese momento fue posible el estudio del comportamiento de las abejas dentro del nido. En 1807 el conocido apicultor Ucraniano Prokopovitsch inventó y fabricó en gran escala una colmena de cuadros móviles, a este celebre apicultor que hizo escuela en su tierra, se le considera entre los rusos como el creador de la colmena moderna. Otro connotado apicultor fue el polaco o Prusiano Jan Dzierzon: Sacerdote, con vocación de inventor, y renombrado apidológista (1811-1906) quien logró descubrir el proceso de la partenogénesis por el cuál son concebidos los zánganos, así como la determinación, origen y utilidad biológica de la jalea real y valiosísimas observaciones con respecto a la conducta social de las abejas. Pero la culminación de toda esta gesta vino del ingenio del gran Gregorio Langstroth (1810-1895) con el trascendental invento de la colmena de cuadros móviles con techo desmontable. La genialidad de este prototipo consiste en que se pueden sacar fácilmente los cuadros de la colmena causando poco daño y molestias a las abejas, haciendo mucho más fácil el control y el manejo de las colmenas. Langstroth, También sacerdote y maestro, patentó su colmena en Estados Unidos en 1852 e ignorando los trabajos que otros apicultores ya venían realizando, logró concebir una colmena realmente inmejorable y su éxito estaba dado por el espacio dejado a las abejas en todos los lados del panal, este espacio llamado espacio de abeja, debe estar en un rango de no menos de 6 mm ni más de 9 mm, se dice que este simple pero ingenioso detalle puso a Langstroth en el podio sobre todos los demás inventores de colmenas y junto a Huber y Dzierzon son considerados con toda justicia como los verdaderos fundadores de la Apicultura Moderna. El legado de G. Langstroth no solo se limita a la creación de su colmena, sino que también dejó un formidable tratado sobre el arte del cultivo de las abejas, dando paso a lo que ha sido llamado como una revolución en la apicultura, pudiéndose desarrollar como industria a nivel global.
La obra de Langstroth resulta imprescindible y de un inestimable valor para cualquier estudioso en la materia apícola.
Siguiendo este ineludible patrón pautado por Langstroth los fabricantes de colmenas han ensayado otras modificaciones basadas en cambios en las dimensiones generales de las cámaras: díganse la profundidad, el largo y el ancho, dado por las magnitudes de los cuadros, y así surgieron modelos como los de Binghan, Heddon, Dadant, Layens y Hanzenbaker.
El único aporte realmente relevante que se hizo a la colmena después de Lagntroth, vino de la mano de Julius Hoffman (1838-1907) apicultor también polaco que se nacionalizó estadounidense, y discípulo de Dzierzon. Hoffman desarrolló el cuadro móvil espaciado, modificando los dos laterales del cuadro haciéndolos menos anchos a partir del primer tercio hacia abajo, obteniéndose así un autoespaciamiento suficiente para que circulen libremente las abejas, corrigiendo el único defecto que tenia la colmena de Langstroth; donde los cuadros colgaban libremente con una oscilación que dañaba a las abejas, de esta forma los cuadros quedan firmes y no se obstruye el movimiento de las abejas.
La colmena moderna consta básicamente de una Cámara de cría que es un cajón que carece de techo y fondo, donde están suspendidos los marcos o cuadros, al cual se le agrega una tapa y un techo impermeable por encima y se le coloca un piso removible por debajo. La cantidad de cuadros y sus dimensiones depende de cada fabricante o modelos. Para cuando la colonia entra en crecimiento se le van colocando un segundo o tercer cajón según lo requiera, que constituyen las Alzas, con igual cantidad de marcos, también se usan las modalidades de medias alzas que son cajones especiales más bajos.
Te felicito, tenés un blog hermoso sobre apicultura, se nota que has trabajado mucho, y con habilidad.
ResponderEliminarCreo poder hacer un aporte:
Soy un viejo apicultor que termina de hacer un blog , donde puse gratis un manual, donde enseño el método que uso de Apicultura Extensiva Orgánica, que apliqué por más de un año cuando fuí encargado de un establecimiento apícola de 3000 hectáreas certificadas orgánicas con 1000 colmenas de la localidad de Palo Santo en Formosa, que es donde tengo mis propias colmenas desde que en el año 2004 las mudé, huyendo del "paquete tecnológico" de la soja aplicada en Buenos Aires que es de donde soy.
Si quieres visitar mi blog la dirección es http://oscarperone.blogspot.com
Gracias por leerme hasta aquí.
Oscar Perone
Gracias Raúl por compartir con tanta generosidad tus conocimientos y experiencias...lindo apicultor..!!
ResponderEliminarExelente
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