Mirando a la colmenas como un único animal, podemos decir que su
desarrollo está pautado por la naturaleza, las condiciones ambientales, y mas
específicamente por las estaciones del año. Al comienzo de la primavera, cuando
comienzan a aparecer los primeros estímulos de la llegada del buen tiempo y la
aparición de las flores, la abeja reina agudiza su frecuencia de postura, lo
que produce un exponencial incremento de su volumen en cantidad de abejas,
necesarias para cumplir al máximo todas las funciones y en especial la
colección de néctares y polen. Se da lugar al nacimiento de los zánganos y
nuevas reinas.
Dadas ciertas condiciones dentro
del nido, asociadas a la prosperidad y la sobrepoblación de individuos y la
limitante de espacio, la colonia comienza a criar celdas de reina, y días antes
de que estas reinas nazcan, se preparan para la enjambrazón.
La enjambrazòn es el proceso de
bipartición de la colonia de abeja y da lugar a una nueva familia, es un
proceso crítico de concepción, se produce por así decirlo, un nacimiento.
Dependiendo de determinadas circunstancias, externas e internas, una colonia de
abejas puede generar más de un enjambre por temporada. Y éstas alcanzan a
desarrollarse durante el verano lo suficiente como para haber acumulado
reservas de provisiones alimenticias, para cuando llegue el invierno.
Con las señales que evidencian la llegada del otoño, las abejas se
reorganizan en función de la economía, de las reservas y el acondicionamiento
de la cavidad del nido a las futuras condiciones hostiles del invierno. Son
eliminados los zánganos y la reina disminuye notablemente su frecuencia
ponedora buscando una disminución de la población de individuos hasta un nivel
basal mínimo necesario para poder sobrevivir en lo que podría ser comparado a
un sueño invernal o estado de latencia, hasta la próxima venida de las flores,
la primavera del año venidero, donde todo comienza otra vez.
Lo curioso y formidable de esta dinámica es que la colonia de abeja se
renueva a si misma constantemente, y de no ser por condiciones externas
desfavorables, catastróficas o alguna enfermedad, no se produciría su muerte.
En otro orden de cosas se puede decir que una abeja al nacer tiene todo lo que
necesita para asegurar su vida, dado antes por sus antecesoras, y en
consecuencia agota todas sus fuerzas y recursos en el aseguramiento y seguridad
de sus predecesoras, se sierra perfectamente el círculo, procrea y a la vez renace.
Se ha hablado en términos del “animal colmena” porque la abeja no se
comporta como un individuo, prueba de esto es la manifestación de su instinto
de defensa, la picadura. El uso de su aparato vulnerador o picador le provoca
la muerte, es una contradicción inherente el hecho de que un individuo se
defienda perdiendo la vida, como única opción, por tanto este sistema está
diseñado para la defensa de la colonia como lo que es, el individuo, el animal
colmena. y como tal: nace, se desarrolla se reproduce, intercambia energía con el ambiente, se protege, migra, se enferma, tiene un nicho ecológico y muere.
Es curioso, pero otra vez nuestra abeja rompe un esquema dentro de las reglas que marcan las características de los organismos vivos, y es esa facultad de tener en su ciclo de vida los dos modos conocidos de reproducción, la sexual que tiene lugar entre la reina y el zangano, y la asexual, que tiene lugar en el enjambre.
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